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martes, 3 de diciembre de 2013

CHOTACABRAS

Caprimulgus ruficolis



En las tardes calurosas de verano, cuando el sol está cercano al horizonte, dando un paseo por la dehesa nos puede sorprender el repentino vuelo del chotacabras que, camuflado entre la hojarasca pasaba las horas del caluroso día a la sombra de los matorrales.
El chotacabras (Caprimulgus ruficolis), al que por aquí también llamamos zamaya, nos llega desde África, donde tiene sus cuarteles de invierno, para reproducirse aquí durante el verano. Es un ave típicamente nocturna como lo delatan sus grandes ojos, de porte parecido al de una paloma poseyendo en vuelo gran parecido a la figura de un gran vencejo por la forma de sus alas y pequeñas patas. Es muy parecido al chotacabras gris, pero éste como su nombre específico nos indica –ruficolis- lo distinguimos por su collar rojo en el cuello. Se alimenta de insectos durante la noche (mariposas, saltamontes, escarabajos…) que captura al vuelo. Para ello, y aunque su pico es corto, posee una gran boca  que abre en pleno vuelo. Para aumentar la eficacia de las capturas, como ayuda tiene unas pequeñas cerdas (plumas transformadas)  a ambos lados de la misma  y que actúan a modo de red en la que chocan los insectos para ser dirigidos  hacia su enorme boca.
Es el rey del camuflaje, podemos pasar a su lado y no percatarnos de que está allí. Permanecerá inmóvil, sin inmutarse, confiado en su plumaje críptico que se confunde con el entorno. Durante el día descansa en el suelo, entre la hojarasca, haciéndose prácticamente invisible o  posado en la rama de cualquier árbol pero con la peculiaridad de que no se coloca transversal a la misma, sino a lo largo de ella.
Aunque sabemos que está junto al árbol es muy difícil de ver
 
Entre la hojarasca se camufla muy bien

 
Cuando llega la hora de la puesta, no construye un nido sino que aprovecha una pequeña depresión del terreno para hacerlo allí, rodeado de hojas secas  alguna piedra e incluso algún palo hacen que, cuando está incubando sea dificilísimo de ver.  Si oye algún ruido, se aplasta contra el suelo, cierra casi totalmente los ojos y se queda  inmóvil. Normalmente pone dos huevos moteados que cuando están en el suelo pueden confundirse con cualquier guijarro. Los polluelos se pueden mover muy pronto así, si la madre ha  sido molestada o sospecha de algo puede mover los huevos de lugar o llevarse a sus crías a otro sitio más seguro.

 
El nido es una simple depresión en el terreno
El huevo también tiene su propio sistema de camuflaje
En cierta ocasión, ya bien caída la tarde, me topé sin esperarlo con una nidada a la que casi por descuido piso. Al momento apareció uno de los progenitores que, poniéndose a unos pocos metros de mí en el suelo, fingía estar herido. Al acercarme dio un pequeño vuelo y se alejó otros varios de metros y así continuó hasta conseguir alejarme lo más posible y perderme de sus crías. Esta es una estrategia que utilizan muchas otras aves para poder salvar a su prole de posibles depredadores pensando que en ella encontrarán una mejor y segura comida.


En esta imagen apreciamos muy bien el anillo rojizo alrededor del cuello y los ojos semicerrados 
Como ave nocturna que es, también ha sido víctima de las leyendas negras que a muchas de estas aves les persiguen. El nombre mismo de Chotacabras  hace alusión a la costumbre que este animal tiene de acercarse al ganado para alimentarse de los insectos que indudablemente éstos levantan en sus movimientos, pero la gente ha creído que lo hacen para chupar la leche a las cabras. Así mismo su canto oído en mitad de la noche en el campo, unido a su aspecto con esa gran boca y el desconocimiento de sus costumbres,  ha motivado leyendas ancestrales como la de que al oír su canto se deberían cerrar todas las ventanas para impedir su entrada, ya que podría llevarse el alma de algún habitante de la casa.

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